Sí, el colombiano tiene el gen de la maldad. Es violento por naturaleza. Vive de la confrontación, la necesita.
Ante un problema, no busca una solución, busca alguien a quien culpar y atacar. Necesita una manera de canalizar su instinto violento.
Cuando el colombiano recibe una crítica, es incapaz de hacer una introspección y ver qué hay de cierto en ella. Su pensamiento es concreto, para él crítica es sinónimo de ataque y sólo sabe responder con otro ataque. Por más constructiva que sea tu crítica, solo recibirás de vuelta un insulto, un golpe o algún tipo de agresión. La violencia es su mundo.
Tienes razón, me equivoqué: Palabras que nunca oirás decir a un colombiano.
En su pequeño mundo de violencia, la maldad no es vergonzosa; al contrario, es motivo de orgullo. Todos hemos visto cómo el colombiano se ríe de los países en los que sus compatriotas cometen crímenes. Todos hemos visto cómo el colombiano normaliza el terrorismo y hasta lo premia. Todo hemos visto cómo el colombiano idolatra a uno de los narcos más cruentos de la historia.
El colombiano no puede hablar sin insultos, es su modo de vida. Cada hilo en que el colombiano comenta algo termina en confrontación.
Desde su génesis, el ser colombiano está en contacto con la violencia. Es el único mundo que conoce. El desprecio por la honestidad y el respeto está imbuido en su sangre, no puede cambiar.
En la vida real, es natural sentir miedo ante el colombiano. ¿Quién en su sano juicio no temblaría ante la presencia de un mono rabioso? Esto, como ya hemos visto, es motivo de orgullo para el colombiano.
Pero en Internet, donde el mono rabioso sólo puede escribir sus gruñidos irracionales, incapaz de tocarte un pelo, el colombiano no produce miedo sino lástima. Su esencia lo obliga a ser violento, pero al tener que limitarse al uso de la palabra, a la violencia basada en el ingenio, el colombiano es impotente, porque carece de la inteligencia para hacer algo significativo.