El detective José Felipe Domínguez siempre fue un hombre callado, bastante inseguro. Aunque a los otros siempre mostró una actitud estoica, irritable y una cara de pocos amigos. Esto no porque fuera un simple infeliz, si no porque la vida y la gente lo habían tratado tan mal, que decidió vivir sin mostrarle nada de sí a nadie. Si nadie lo veía como realmente era, nadie lo heriría.
Pero había un fallo, y es que por mas estoico y frío que se pueda intentar ser, siempre habrá algo que discrepara con los planes del cerebro, y ese algo es el corazón, en el caso de el del detective Domínguez, no había nada que su corazón ni su cerebro pudieran hacer para anestesiar el dolor que este sentía, al saber que aquella mujer que siempre lo entendió, lo quiso y le atendió cuando nadie las quiso, nunca lo amaría, aquella mujer se llama Marinela, de apellido Aybar si quisiéramos ser exactos. Una muchacha de rasgos andaluces al igual que el detective Domínguez, una muchacha de actitud suave, aunque siempre con una expresion que reflejaba la más profunda de las depresiones, quién sabrá por que..
Marianela conocía al detective desde sus años de la adolescencia. En aquel tiempo, el trabajaba con su padre haciendo zapatos, y ella estudiaba en el único instituto de señoritas que había en toda la ciudad de Santo Domingo. Ella vivía en una casa del siglo XVI en el barrio central, Santa Bárbara, y José Felipe en los callejones de la barriada de San Lázaro. ¿Que habrá pasado por la sadica mente de Cupido al haber flexhado a estos dos muchachos?
Desde el primer momento que la vio, José sintió un profundo sentimiento de calidez, ella siempre lo visitaba buscando por su padre, pero José, intentando de forma inconsciente de enseñarle su valía, preferia ayudarla en todo lo que quisiese el mismo.
Pasaron los años, a principios del año 1938, ya José era asistente del capitán Alvareda, y obtuvo su primer salario, 15 pesos de manera quincenal, lo primero que quiso hacer con ellos fue comprar el diamante más caro que se encontrara y declarársele a aquella muchacha que hacia su corazón retumbar desde que este tenía tan solo 13 años.^1
1-Nota, en esta parte de la historia J. Dominguez tiene ya 19 años
Este a buscarla al parque Colon, aquel lugar donde solía pasear con ella y hablarle de mil cosas. Ella sin saber nada sobre aquellas cosas, le entendía, eso fue algo que Jose nunca había sentido de una persona.
Justamente allí estaba, el Detective, la ve vestida con un velo y habito negro, charlando con otras mujeres con la misma vestimenta, confundido, este va y la saluda. Las otras mujeres se extrañan ya que este tiene su típica gabardina y gorra gris que usa en su servicio. Pensando que este viene a interrogarlas con asuntos relacionados al dictador Trujillo, salen despavoridas hacia la catedral.
Marianela lo ve, sabiendo que este viene a pasar el tiempo, lo invita a sentarse.
Estos hablan sobre su día, Jose está claramente nervioso y Marianela lo sabe, aunque ella está también un poco incómoda ya que el asusto a sus compañeras.
Cuando la conversación llega a un punto muerto, José saca de uno de los bolsillos de su gabardina una cajetilla negra con textura de terciopelo, su cara esta tan roja que pareciese un ají morron. Y con la lengua en la tráquea, le dice;
—M-marianela.., desde el día que te vi por primera vez no puedo dejar de pensar en ti, eres la mujer que me da la motivación para vivir.. Me gustaría… ¡Que pasaras el resto de tu vida conmigo..!
En ese mismo instante Marianela se pone roja también… empieza a sudar, como si ya de por si no hiciera calor con el aquel habito negro que tiene encima, y se muerde el dedo indice como seña de nerviosismo.
—Escuchame, José. Se que me amas, de que soy la única persona que te ha entendido y créeme por mi dios que te digo que si no hubiera otra persona en este mundo yo estaría más que encantada de ser tu esposa, pero entiende por favor que mi único amor es mi señor Jesucristo. Aquel amor que anhelas nunca podrá ser, perdóname.
Acto seguido, Marianela retorna a su siempre deprimido rostro, se para de la banca y camina hacia la catedral.
Como si de una mala broma por parte de Zeus se tratase, empieza a llover, hace frío. Pero el Detective no tiene ni los ánimos de pararse y buscar refugio, Solo quiere que sus lágrimas se mezclen con la lluvia y que ojalá un día desaparezcan.
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