https://youtu.be/JGJPVl7iQUM?si=Efc1LMPqvGEcFKTl Imagina despertar con la luz dorada del sol filtrándose entre las cortinas de lino. Afuera, el aire es fresco y huele a tierra húmeda y flores silvestres. A tu lado, tu esposa se estira lentamente, con una sonrisa soñolienta antes de apoyarse en tu pecho. No hay prisa. El día comienza con calma. Te levantas y, mientras ella enciende la chimenea, tú preparas café en una vieja cafetera de hierro. Los pájaros cantan en la ventana y el aroma a pan recién horneado llena la cabaña. Anoche, amasaste la masa juntos, entre risas y harina en las mejillas, y ahora es el momento de probarlo con mermelada casera. Después del desayuno, salen al jardín. Juntos cuidan el huerto: tomates rojos brillantes, albahaca perfumada y calabacines listos para la cosecha. Ella se agacha para recoger flores silvestres y trenzarlas en una corona que luego te coloca en la cabeza con una risa traviesa. Por la tarde, lees un libro en el porche mientras ella borda un mantel, el sonido de su aguja pasando por la tela acompaña el crujir de la madera bajo tus pies. A veces, el viento trae el aroma del río cercano, donde más tarde caminarán de la mano, sumergiendo los pies en el agua cristalina. Cuando cae la noche, encienden velas y se sientan cerca del fuego, compartiendo historias o simplemente disfrutando del silencio cómodo de estar juntos. La cabaña cruje suavemente con el viento, y el mundo exterior parece lejano. Solo quedan ustedes dos, la naturaleza y la serenidad de una vida simple pero llena de significado.