>Ficha
-Nombre
Emil Baslow.
-Edad
45
-Genero
Masculino
-Casta
Humano puro.
-Historia
Hijo de pordioseros nativos de Yorkminster, sus padres murieron enfermos dejando al joven Emil de 14 años a su suerte. Durante los primeros años de su vida rebuscó el pan operando como carterista y asaltante en los callejones oscuros y las rutas desoladas de su poblado natal. Se las arregló para sobrevivir ante las inclemencias de ese tipo de vida con una mezcla de suerte y una habilidad innata para el asesinato.
Eventualmente se vinculó a la mafia local, donde su talento para la violencia fue reconocido y premiado con poder, dinero y un puñado de hombres a su mando. No siendo una persona particularmente ambiciosa, Baslow se conformaba con las modestas comodidades que le confería poseer una posición de liderazgo en la jerarquía criminal de la zona. Pensaba que las dolencias de su juventud representaron un sacrificio necesario mediante el cual, en su adultez, podría disfrutar de una vida agradable sin mayores altibajos que el ocasional asesinato y la ocasional muestra de lealtad ante sus superiores. Sin embargo, admite que en ese entonces, aun habiendo matado a muchos, era una persona profundamente ignorante e ingenua.
Esto quedó demostrado cuando un día, de improviso, un grupo de personas entró a su casa para asesinarle a él y a su familia. A su esposa e hijos los balearon, mientras que a él, al hallarlo dormido, lo amordazaron, lo apalearon y tiraron lo que creían era su cuerpo en la pradera.
Sus heridas fueron brutales, y aunque recibió atención médica, ni siquiera los doctores creían que fuera a lograrlo. Sin embargo, eventualmente se recuperó, aunque era ya un hombre distinto. Si antes era una persona inflexible que creía que la mejor forma de resolver los problemas era la violencia, el daño cerebral del que fue víctima recrudeció su personalidad, convirtiéndolo en una persona profundamente apática y ocasionalmente paranoide. Durante su recuperación, inválido en una cama, se obsesionó con el concepto de "los puntos" y desarrolló patrones de pensamientos esquizoides que le llevaron a crear una retorcida cosmovisión del mundo, sospechosa de toda autoridad y de la magia.
A la primera oportunidad, ya recuperado, dejó todo atrás: su cargo, su dinero, su identidad, y se dedicó a vivir la vida de un indigente. Lo impulsaban creencias irracionales en las que "los puntos" le llamaban a reemplazar a los dioses y a otras figuras proveedoras con su propia habilidad, su propia fuerza, su innata capacidad para la violencia. Valiéndose del robo para sobrevivir, Emil recorrió el reino de Albenshire perfeccionando una técnica marcial autónoma que ponía en práctica buscando pelea contra todo aquel que hallara desprevenido. No era el placer de hacerle daño a otros lo que lo movía, sino una atracción y obsesión por el desarrollo de su estilo de pelea combinada con su caída en la locura. Una manera de pelear que combina trucos callejeros sucios, el elemento sorpresa de las ocurrencias de un loco y la resiliencia.
Eventualmente se convirtió en un mito urbano. Las madres les contaban a sus hijos que un maníaco encapuchado a veces salía por la noche para agredir a personas incautas, todo con tal de que no se encontraran muy tarde en los callejones oscuros. Y era cierto, era Emil. Otros lo observaban; llegó a un nivel de destreza tal que con facilidad podía hacerle frente a grupos de personas armadas, y se ganó el respeto de la gente. Para algunos, el encapuchado era un héroe popular, un Robin Hood; decían que le robaba solo a los ricos, aunque no era cierto. Para otros, era una figura religiosa, un mesías que daría paso a una nueva era carente de dioses, solo "puntos", en la que solo los fuertes que pudieran defenderse por sí mismos sobrevivirían, basándose en los balbuceos que se le escuchaba exponer cuando estaba en un ánimo conversador. Muchos quisieron convertirse en sus discípulos, pero él lo tomaba como una afrenta y les enfrentaba. Eso no evitó que aparecieran imitadores y farsantes que, usando su legendaria figura, perseguían sus propios intereses.
Buscando perfeccionar su dominio en el combate, Emil viajó a otros países en los que vivió de manera similar, adquiriendo experiencia en la lucha a la par que sus creencias irracionales se profundizaban.
Dio la casualidad que algún día en que Emil Baslow se encontraba con ganas de explorar otros parajes, lugares en los que poner a prueba su capacidad de combate, se halló como polizonte en un barco cuyo destino desconocía.