REINO DE VANDREIM
El Reino de Vandreim es una nación próspera, gobernada por una monarquía centralizada y sostenida por un complejo sistema de gremios, nobleza terrateniente y mercaderes. Su economía se basa en la manufactura artesanal, la agricultura extensiva y el comercio marítimo. Los astilleros de Vandreim construyen los navíos más resistentes, y sus exploradores navegan en busca de riquezas y nuevas rutas.
El Reino de Vandreim es una nación de tradiciones arraigadas, donde la jerarquía social y la disciplina son pilares fundamentales. Sus ciudades están dominadas por altas torres de piedra caliza y extensos bulevares adoquinados, donde el bullicio de los mercaderes y artesanos se entremezcla con las procesiones de nobles y soldados. La monarquía, encabezada por la dinastía de los Aldric, se apoya en una intrincada red de gremios y consejos que regulan cada aspecto de la vida económica y política. La nobleza, aunque dueña de vastas tierras y castillos fortificados, depende de los comerciantes y armadores de los puertos de Dravensburg y Luthenheim, cuyas flotas han convertido al reino en un centro de comercio y exploración. La religión oficial venera a Thalvion, el Guardián del Orden, un dios que representa el equilibrio entre el trabajo, la sabiduría y el deber, aunque en los barrios más pobres proliferan cultos clandestinos a deidades más antiguas. La educación es un privilegio reservado a la aristocracia y a los aprendices de los gremios más prestigiosos, mientras que el pueblo llano se forja en talleres y campos desde la infancia. Vandreim es un reino de innovación contenida, donde la alquimia y la mecánica comienzan a desafiar las viejas formas de producción, pero donde el miedo a la desestabilización mantiene el avance tecnológico bajo un estricto control. La guerra y la expansión han sido constantes a lo largo de su historia, pero el descubrimiento del Nuevo Mundo y su magia ha encendido un fervor inédito en la corte y en las academias, despertando una ambición que amenaza con romper los límites impuestos por la tradición.
Reino de Albenshire
El Reino de Albenshire es una nación en la cúspide de la modernidad, un imperio insular cuyos dominios se extienden mucho más allá de sus costas brumosas. Con su capital en Whitehaven, una metrópoli de imponentes edificios neogóticos y fábricas de ladrillo rojo, Albenshire se erige como el epicentro del comercio, la industria y la política mundial. En sus calles, el silbido del vapor y el traqueteo del tranvía conviven con los sombreros de copa y los vestidos de encaje, mientras que en los clubes de caballeros y los cafés de intelectuales, las ideas de progreso chocan con los valores conservadores que han cimentado el reino por siglos.VEl monarca, Rey Edward VIII, gobierna junto a un parlamento que oscila entre el reformismo y la férrea defensa de las viejas jerarquías. La nobleza aún ostenta títulos y tierras, pero es la burguesía industrial la que ahora dicta el pulso económico. Las minas de carbón y las fábricas textiles han convertido a Albenshire en una potencia manufacturera, donde el hollín cubre los barrios obreros y los astilleros construyen acorazados que vigilan los océanos del imperio. Sin embargo, esta prosperidad no es compartida por todos: en los suburbios de Whitehaven y en los pueblos fabriles de Bridgemoor y Yorkminster, las huelgas y los sindicatos comienzan a desafiar el statu quo, exigiendo mejores condiciones para los trabajadores.
La cultura de Albenshire es una fusión entre la herencia aristocrática y la admiración por la tecnología. La literatura, el teatro y la ciencia florecen en las universidades de Camberleigh y St. Albion, donde brillan mentes que sueñan con nuevos descubrimientos. La moral victoriana aún impregna la sociedad, imponiendo un fuerte sentido del deber, pero bajo la superficie, los bohemios, los espiritualistas y los experimentadores de lo oculto proliferan en los círculos privados. Mientras tanto, en las colonias del imperio, la tensión crece: los pueblos sometidos empiezan a reclamar su autonomía, y la élite albenshiana enfrenta un dilema entre la expansión incesante o el riesgo de perder su hegemonía.
GRAN DUCADO DE VÉRDANSK
Anidado entre montañas imponentes y vastas llanuras cubiertas de nieve invernal, el Gran Ducado de Vérdansk es una nación de guerreros, herreros y devotos. Su cultura está profundamente arraigada en la tradición caballeresca, con una nobleza marcial que rinde tributo al Gran Duque Kasimir IV, un monarca que gobierna con una combinación de mano de hierro y piedad religiosa, Vérdansk es un reino donde el honor y la lealtad se consideran valores supremos.
Su capital, Vesgrad, es una ciudad de fortalezas de piedra, catedrales con cúpulas doradas y plazas donde el eco de los cascos de los caballos resuena sobre el empedrado. A pesar de la majestuosidad de la nobleza, la vida del campesinado sigue siendo dura, atada a los ciclos de la cosecha y a los caprichos de los señores feudales. Sin embargo, a diferencia de otras monarquías absolutistas, en Vérdansk existe una tradición de Sejm, un consejo de nobles y clérigos que asesora al Gran Duque y mantiene un delicado equilibrio de poder. La guerra es el alma de Vérdansk. Su ejército, los temidos Ulanos del Trueno, es famoso por sus caballeros pesadamente acorazados y sus élites de lanceros montados que cargan con una ferocidad legendaria. No es raro ver desfiles militares en Vesgrad, donde la población aplaude a los veteranos como héroes sagrados. Sin embargo, la modernidad comienza a golpear las puertas del ducado: mientras en los reinos vecinos las industrias crecen y las armas de fuego dominan los campos de batalla, en Vérdansk todavía se honra la espada y la lanza. Los reformistas jóvenes claman por modernizar el ejército y la economía, pero los ancianos de la corte ven estos cambios como una amenaza a la identidad del ducado.
La religión juega un papel central en la vida vérdanska. La Iglesia del Fuego Celestial, una fe monoteísta basada en la pureza del alma y el sacrificio por el bien mayor, rige las normas morales del pueblo. Los sacerdotes de túnicas escarlatas deambulan por las calles, bendiciendo a los fieles y asegurándose de que el orden divino se mantenga intacto. Sin embargo, en las sombras, las sociedades secretas ilustradas buscan debilitar la influencia de la Iglesia y abrir las puertas al pensamiento científico y la razón.