>>30930
De las entrañas de la nada sale Lady Dama, quien es la luz, la verdad y la vida, entonces todo fue felicidad.
<No sé qué está pasando ni donde estoy. Tengo miedo, ayuda.
Dice en un canto celestial que parece desgarrado de la garganta del dios de mil rostros que no existe, iluminando a todos los presentes con una sabiduría incompresible que para los no entendidos sonará como los balbuceos de un tipo que no sabe escribir improvisando.
>>30948
Con mucha elegancia y dignidad, la mujer en cuerpo de niña se acerca a la niña en cuerpo de niña para compartirle la enseñanza del budismo.
<Tú y yo nacimos al mismo tiempo, eso nos convierte en hermanitas. Tú eres la menor.
Depositó una caricia en los verdes lazos de lechuga que se riegan por la cabeza preocupada de la niña como el agua sobre un campo de flores primaverales, buscando calmar así los temores infundados de la ignorante recién nacida, que es inocente no por ignorar, como el hombre sabio, sino por ser estúpida como un bebé.
<No hay razón para temer, tu hermana mayor está aquí. Siéntate en mis piernas.
Se dio unas palmadas sobre las piernas, las cuales flotaban en el aire en posición india y estaban unidas al resto de su cuerpo, que también flotaba en el aire, al estar ella toda suspendida como piñata [adjetivo].
>>30953
Enfrentó al sujeto de vida vagante y mal gusto con una mirada tan fría que congelaría el infierno mismo -si es que existiera un lugar así- y enviaría escalofríos a lo largo de la espina dorsal del inmundo ser -si es que el invertebrado tuviese algo parecido a una espina, o siquiera agallas-.
<Esta niña pertenece ahora a la fé budista, no necesita tu agua de alcantarilla. Úshcale, fuera, sale.
Ahuyentó al perro de dos patas con una vulgar seña de la mano (de la mano entera, no de un solo dedo).
>>30958
>>30961
La reina del arrastre en cosplay de oro arrebata a la recién nacida del regazo de la salvadora y la hace pasar por su primera experiencia de sufrimiento, enseñándole prematuramente lo que significa estar viva. Luego de zarandearla del cuello por aquí y por allá, el excéntrico deja caer otra vez a la lechuga sobre las piernas de la de sombrero gracioso, quien lo enfrenta con una mirada menos severa que al mendigo de antes.
<Fui hombre en 67 de mis vidas pasadas, por lo tanto mi opinión vale 60 veces más que la vuestra, y soy de la opinión de que vos sos un maricón. Ergo, sos un maricón. Chupáme el clitoris.
Había sentido en lo que decía, pero desentrañarlo nos tardaría milenia, así que tendrán que tomar mi palabra. No había razón para ser tan ruda con los que no le agradaban, pero no había razón en lo que decía y hacía, ella simplemente es y eso es todo, deberíamos alegrarnos por eso, yo me alegro. También mentía un poco con su declaración, ya que la verdad era que no quería su clitoris chupada, solo quería insultar al metrosexual dorado.
<Si vamos en auto me aparto el asiento del techo. Lechuga, tú irás sobre mis piernas.
Era una orden. Es una orden. Siéntanse ordenados. Eso también es una orden.