>>92909
El primer día del resto de una nueva vida... O algo así era el dicho
Habían pasado ya un par de semanas desde que aquella carta misteriosa había llegado a su casa, una que había respondido con una pícara mezclilla de curiosidad, pero más que nada, aburrimiento, a ver si sucedía algo por aquel entonces: La televisión no servía desde que el vecino corto el cable cuando se dieron cuenta de que estaban colgados, hacia mucho calor y el ventilador a duras penas daba el suficiente frescor, y no había mucho más por hacer, pues cualquier pequeña amistad que hubiese tenido alguna vez, hacia tiempo la había dejado atrás desde que se había mudado a Hong Kong... Únicamente películas rentadas o tiradas de Kung Fu antiguo, o tiroteos extravagantes llenos de testosterona dirigidos por el maestro John Woo, servían para entretener, al menos un poco, y el mantener a un pequeño pollo aún con vida sin que se diera de líos con los perros callejeros en las afueras. Las semanas pasaron y pasaron, y aquella carta que había respondido, había caído prácticamente en el olvido para aquel entonces, siendo seguramente un sueño raro que había tenido medio despierta, hasta que la carta apareció con su sello de aprobación y todo lo correspondiente de vuelta en su puerta... Si, de seguro era una pequeña bromita que salió ligeramente mal, nada que un bote de basura solucionara, y olvidarse de aquello otra vez.
...Hasta que otra vez volvió la carta a ponerse de vuelta sobre la mesa.
En al menos 10 oportunidades se habría tratado de librar de aquella curiosa carta, sin ningún tipo de logro alguno, lamentablemente; si su madre, o peor aún, su padre se llegasen a enterar de que había aceptado alguna colegiatura demasiado costosa en un rato instituto afuera del país... ¡No, no! ¡Ni que se enterasen!.
Los días volvieron a pasar, al igual que el pensar en que hacer y que no hacer, pues... El explicar que había respondido una extraña carta un día, sin remitente conocido, y por mero aburrimiento, como mínimo acabaría con una tabla en la espalda, por ponerlo bastante suave, y eso sin llegar a explicar que dicha carta no se había querido devolver por dónde vino, y que, incluso aunque la botase, o rompiese, o escondiese, volvía a su lugar de origen limpia, pulcra, y en excelente estado.
¿En qué se habria metido?... Bueno, había solo una forma de averiguarlo...
Su único acompañante en aquella mañana, era aquel mismo pollo (el de pica spoiler) que había cuidado desde que era un tierno huevito, y que ahora había crecido para ser un pollo gruñón y malhumorado en ocasiones, siendo una mera excusa para comer cuanta cosa se le atravesase y quedarse dormido entre los brazos, o cabeza, o hombro, o incluso bolso de su dueña, buena suerte que estaba sentada en una silla, en un lugar semiabierto, pero no con demasiadas personas en las inmediaciones. Vestida con una gorra, ropa holgada, así como también un bolso con algo de ropa, sería de seguro más que suficiente para aquella ocasión, y si no... Bueno, para eso era la ropa holgada, y el correr como alma que lleva al diablo.
[Uhhhhh]
La brisa era algo fresca, pero no lo suficiente para que el sol matutino pudiera apaciguar, mucho menos ayudaba que era aquel pollo quien tenía sus gafas de sol puestas, en lugar de ella.
[¿Acá era el lugar?... De seguro habré llegado muy temprano]
Derecha e izquierda, ni un alma ni rastro de nadie... Ya más bien le estaba empezando a dar miedo, no por estar relativamente sola, si no por caer en cuenta de lo que había hecho, en retrospectiva: ¿Cómo iba a recibir una carta de una escuela magica? ¡Y de paso ella, válgame dios, a menos que fuera una escuela para deudores, tal cosa era descabellada!
Parecía que los minutos pasasen lento, muy lento... Tanto que se cruzó de brazos y bajo la cabeza, lista para quedarse otros 5 minutos y devolverse otra vez a casa. Sorpresa sería que, tras bajar la cabeza, escuchase repentinamente su nombre, a lo cual de inmediato se sobresaltó
[¡¿Ehhh?! ¡¿Ahhh?! ¡¿Q-Quien-?!]
Una mujer de cabello blanco y ropas extravagantes era quien le llamaba directamente por su nombre, ordenandole entrar a una furgoneta, que, sin embargo, se chocaba y terminaba encontrando, primero con la estupefacción de Mei, luego, el incipiente y primitivo temor humano a las furgonetas blancas misteriosas, y después, el cantar y piar medianamente agresivo del pequeño pollo que bien cómodo estaba en el regazo de su dueña, y a quien tenía que callar guardandolo dentro de su bolso. La muchacha, no respondió de buenas a primeras, y más bien, se le había quedado viendo a quien, sin saberlo en ese preciso momento, vendría siendo su profesora, con la misma cara con la cual un gato o perro callejero, ve una mano acercandosele. Despacio, se levantó de su asiento, y asintió dubitativa, no sin antes mirar hacia adentro de la furgoneta, y, más importante aún, dar unos cuantos pasos al costado en caso de que tuviera que salir corriendo por su vida.
[
Gulp Entendido]
Tras meter el primer pie adentro de la furgoneta, y a pesar de los movimientos locos del pollo para poder asomar su cabeza para ver, la vista de unas cuantas muchachas más, era alentadora después de todo, y más aún viendo cómo estaban vestidas, y lo tranquilas que estaban, ayudando a legitimizar todo eso, y con ello, dar el segundo paso hacia adentro de la camioneta. Al conseguir un puesto libre, se sentó de inmediato en el, sin voltear a ver demasiado a los lados, o a las otras muchachas que allí se encontraban, mucho menos a la conductora, pues la lengua se la había comido el gato, figurativamente hablando, ya que apenas y hablaba, y estaba más rígida que un tronco milenario en un bosque.
[Ho-la... Soy Mei]
Pena tal vez, shock emocional, puede ser, el caso era que saludaba a ambas de la misma forma: Alzando un poco su mano, y moviendola a los lados, algo rígida todavía, mientras que el pollo finalmente lograba sacar su cara del bolso. Aún así, el día no terminaba de ponerse algo más raro: La furgoneta les dejo en medio de una carretera quien sabe en dónde, un auto volador le llevo por buena parte del desierto y llanuras del Medio Oriente, y, para rematar, ahora estaba en una isla flotante, dónde reposaba la academia, que parecía salida directamente desde un cuento de ambas, debido a su arquitectura casi fantástica, por no llegar a decir imposible, o directamente europea, a falta de mejores términos... Ojalá estuviera aún soñando, pero no, todo aquello era real, muy, muy real... Incluso la directora sin piernas. Lo que si no era para nada anormal, era el horario, pues hasta cierto grado, parecía ser un tanto más flexible de lo que conocía y había estado acostumbrada, así que, serviría bastante bien para poder ir acostumbrándose poco a poco a esas... Nuevas vistas peculiares y particulares.
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