Beneath. ¿Hora? Antes de que salga el sol... cuando las calderas lloran.
https://youtu.be/NJMNrjAgwE0
El retumbar de las calderas de las fábricas sacude el aire como un canto gutural emergiendo de lo más profundo del horizonte. Son los “Despertadores” Industriales, el “himno” matutino de este lugar: un rugido mecánico que anuncia otro día de engranajes girando y pulmones llenándose de hollín. Mi pequeño apartamento tiembla con cada bramido, al igual que todos los edificios a la redonda. Despierto sin sobresaltos, los cristales de las ventanas vibran, pedacitos de polvo y ceniza se desprenden del techo. Detalles insignificantes para alguien que lleva demasiado tiempo en este juego.
Me levanto con una sonrisa, porque, ¿por qué no?, me remojo la cara con esa agua tibia y sospechosamente viscosa de la canilla, y echo un vistazo por la ventana. El paisaje no ha cambiado: acero, vapor, y una paleta de colores que va del gris oscuro al gris un poco más oscuro. Bajo las escaleras del complejo, mis botas chapotean en el barro aceitoso y desperdicios industriales que cubre las calles. La barandilla del puente está fría, oxidada y resbalosa bajo mi mano mientras las aguas grises se arremolina entre la chatarra. Arriba, el cielo es un manto de ceniza con tintes marrones. Tal vez hoy el sol logre abrirse paso. Tal vez no. No apostaría dinero en ello.
El camino al trabajo es una colección de postales distópicas: enormes trenes de vapor que reptan sobre sus vías, calles silenciosas salpicadas de carteles propagandísticos y, en la avenida principal, los cuerpos colgados de aquellos que osaron pensar demasiado. Un recordatorio generoso de que el aire aquí no solo está contaminado de hollín. Pero bueno, sin duda mi camino al trabajo era toda una larga travesía... ya llegué. Los Talleres de Beneath.
Pongo las manos en la cintura, suelto un suspiro y cruzo la entrada con la naturalidad de alguien que lleva tiempo viendo esta monstruosidad de acero y humo devorar a los suyos. Marco mi ficha, ajusto mi delantal y me sumo al ritmo implacable de la jornada. Cualquiera estaría desanimado, muerto, esperando que esta polución y hollín termine de quemar sus pulmones y muera de asfixia en la noche, para nunca más volver aquí, pero yo, tenía un motivo mayor para seguir viniendo y seguir trabajando, algo más grande que el dinero, y que me hacía seguir disfrutando la llegada a este lugar.
https://youtu.be/c2KtyF-gczc
Los hornos rugen con esa irradiarte calor característico casi sonoro, los motores vibran, las correas silban al desplazarse, los mecanismos tintinean, las válvulas de vapor truenan... Todo junto crea la sinfonía industrial que late en el corazón de la fábrica. Me dejo arrastrar por la cadencia del trabajo, el sudor caía de mi frente y yo, con los ojos entre cerrados para ajustar la visión, mi cuerpo moviéndose con precisión metronómica. Mi muñeca iba de arriba a abajo, girando y rotando, como un mecanismo de reloj, giro giro, palmeo y siguiente, agarraba el mecanismo, ajustaba esos diminutos pernos, analizaba y lo mandaba a la cinta transportante para trabajar con la siguiente pieza. Agarro, ajusto, evalúo, a la cinta. Agarro, ajusto, evalúo, a la cinta. Un engranaje más en la gran maquinaria de Beneath. Era un trabajo difícil, velocidad, precisión y repetición, pero yo era bueno en esto, así que podía estar tranquilo con mi puesto.
Pero ¿por qué un hombre, desolado en este infierno de metal y vapor, aplastado por una tiranía dictatorial, haciendo una rutina repetitiva y desgastante cuál niño asiático en metalúrgica estaba tan feliz y seguía trabajando? ¿cuál era ese motivante?, bueno, porque todo padre hace lo que sea por su pequeña. Mientras mi cuerpo trabajaba, mi mente estaba en otro sitio.
Un taller escondido. Entre toda esa chatarra, prototipos, planos, cajas, juguetes con mecanismos de reloj, decorada por largas telas de arañas en los techos como cortinas o un velo. Yacía una pequeña figura sentada en una silla. Mi hija... bueno, o lo que será de ella, cuando logre terminarla. Como Geppetto, dando vida a su marioneta. Solo que yo no tengo un hada madrina que haga el trabajo por mí. Yo tengo que conseguir las piezas, una a una, de la única forma en la que un hombre como yo puede hacerlo, con paciencia, discreción y la precisión de un banquero corrupto. Para terminarla tenía que venir aquí, y conseguir las piezas, una por una, para poco a poco, lograr mi objetivo.
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