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La entrada de Homelander no fue una simple irrupción. No, no. Eso sería quedarse corto. Fue una manifestación del poder en su forma más obscena, un acontecimiento diseñado con la arrogancia que gestiona un dictador al saber que hasta el aire en la habitación le debe reverencia.
Primero, la puerta principal se desintegró en astillas con un estruendo que le dio la razón a cada vecino que alguna vez se quejó del ruido. Un albur de viento barrió la casa mientras una silueta descendía lentamente desde el cielo como un ángel exterminador con jet lag. Sus botas celestes tocaron el suelo con la delicadeza de un juez que acaba de entrar a la sala para dictar la pena de muerte.
Ahí estaba. Homelander. El hombre, el mito. Su capa flameaba en torno a el con la cohesion de una humareda y sus ojos brillaban con la calidez de un horno crematorio.
El silencio en la sala de ejecutivos era absoluto, roto solo por el la dona que se le resbalo de la mano a un gordo del equipo tecnico. Todo el sistema filmografico monitoreaba cada ángulo de la casa y por delante de ellos, se encontraba la artífice de este programa de poca monta: Brunhild Plotzinger. Y su asistente a la que ni siquiera se molesto en asignar un nombre. La fangirl en nombre a tu causa, cuya devoción fanática había alcanzado niveles que solo la falta de autoestima y un acceso irresponsable a Twitter podían explicar, se armo de valor para dignarse a hablarte.
Fan: H-h-ho-holy shit… —balbuceó, sus brackets espejearon impoluto tu rostro—. ¡Es él! ¡Es ÉL! ¡ES HIPERMAN!
Brunhild: No es Hiperman pendeja, no tengo los derechos, pero si tengo a su primo feo. Tierra de Casa.
Tu fan intentó alisar su cabello con las manos temblorosas, como si de repente pudiera volverse presentable en menos de dos segundos después de haber pasado la noche con la cabeza sumergida en un lavabo. Se llevó ambas manos al rostro, sintiendo el calor de su propia fiebre ideológica, y murmuró:
—Dios me está poniendo a prueba...
Brunhild Plotzinger, aún recargada contra la pared con los brazos cruzados, lo recibió con la desfachatez de alguien que ha visto cosas mucho peores en la televisión por cable.
—Llegas tarde, Tierra de Casa —dijo, con una sonrisilla de operadora bancaria que acaba de rechazar tu solicitud de préstamo. Tu mas primitiva certeza te pudo llevar a inclinar el gesto, esa bazofia amorfa era divertida, como un león observando a un ratón que no ha entendido que la jaula está abierta.
Tu fan ahogó un gritito, demasiado emocionada como para notar que su ortodoncia había atrapado un trozo de nacho de la noche anterior.
—¡HABLA CONMIGO, HIPERMAN! —chilló, apretando los puños como si fuera a explotar en confetti rojo, blanco y azul.
La expresión de Brunhild se suavizó con una dulzura engañosa, la misma con la que uno le sonríe a un perrito callejero justo antes de cerrarle la puerta en la cara. Pensaba seriamente en despedir a su pasante sin gozo de sueldo luego de esto, no existe mejor paga que la experiencia.
—En el ala tres esta la casa, en este lugar no existe el concepto de superheroe ni tampoco los poderes, así que se discreto y di que eres un cosplayer o un furro, siempre cuela–
Brunhild suspiró, con el mismo fastidio de una profesora explicando por quinta vez la diferencia entre “ahí” y “hay”.
—Ve Tierra de Casa, es tú hora de brillar–
Brunhild te abofeteo en la retaguardia entregando una nalgada, ni inmutó tu dermis, eras acero al cientoporciento. Sin traducir al pie de la letra su supuesta explicación sobre la inexistencia de los supers, vought o poderes en esa tierra, es que partes rumbo a la puerta principal de la casa. Tan pronto traspasas el umbral aplausos enlatados anuncian por todo lo alto tu llegada.
Melissa, por otro lado, ya estaba en el suelo, abrazando sus propias rodillas mientras murmuraba:
—Dios me está recompensando… Dios me está recompensando…
Para esa prepuber esos cinco minutos de fama fueron suficiente emoción para toda una vida.
Si quieres integrate con el turno general, el piloto
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Con dos o tres ya tengo mucho negro, perdonar
implicando que esta cagada no naciera muerta kek