He aquí un mantra de filosofía Bagdelyana: Lo anómalo, repetido al hartazgo, tiende a lo normal. Lo anómalo sólo cobra sentido si es excepcional. Un beso escapa de lo usual. Que la decidan almorzar y no viceversa es muy abnormal.
Sus pupilas se encogen. Besos, abrazos, poética, nada de nada empata a ser ingerido por tu amado. En un nulo interín para fruncir los labios y recapacitar sobre las artes besatorias de su pangolin de miel, es que su cabeza resbala en succión al vacío, su tráquea y nuca son enclaustrados en una generosa turgencia cutánea.
"Voilá"
De ojos risueños se priva de parpadear, no quiere perderse un segundo del tipo de apex biológico que Él Barón proponga confeccionar para consumirle.
"U-Un-Uno S-S---"
Su memento mori le roba el aliento, eufórica se ve incapaz de inmortalizar unas últimas palabras. Cumpliría uno de sus sueños humedos más sucios y primitivos: Conformar parte de Él, perpetrar el acto de amor máximo. Ofrendar cuerpo y alma a su amado.
Al final todo queda en el terreno de una fetichista fantasía vorefilica, la cuenca que Él Barón orea no prosigue a tragarla, ni masticarla, mucho menos digerirla. Todo en lo que funge es en camuflar las palabrerias de Él y amortiguar las respuestas de la terapeuta.
"Ejjemm"
Se aclaro la garganta en la herrumbre atmosférica del semidios.
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